jueves, abril 14, 2011

Fiambre

El traje le quedaba algo grande pero de imponente factura. Algún lamparón en la camisa delataba escaso amor por la tintorería. Ya se sabe,  problemas de agenda. Agotado el perfume,  olía a hombre. Ni más, ni menos. Era lo que tenía dormir en el coche. Había sido un banquero de los buenos. Había ganado mucha pasta, mucha. Descansaba en un paraíso fiscal.  Tuvo que salir por piernas tras aquellos titulares. A la ex le negaban la entrada en las peluquerías pijas del barrio. Y qué le importaba, a él le preocupaba más su cuello que aquella borde desgraciada.  Por eso estaba en su coche, a la huida del mundo. Cuando le apretaba el hambre se asomaba a los contenedores. Un día, escarbando entre la basura encontró un maxilar, después un dedo. Luego, la mano completa con un anillo especial, el anillo de su hermandad. Prosiguió como un topo y se vio a sí mismo, despedazado, mientras anhelaba la comida de los desechos ¿Cómo podía hurgar y estar en  el fondo del contenedor al mismo tiempo? Probablemente había sido la Luisa, la muy hija de puta. “Gerardo. No es nada personal, pero la pasta de Suiza se la queda la nena”. Pum. Pum. Ni zombie, ni nada. Era un fiambre-fantasma en pos de la comida.  Aunque los espectros no comen ¿O, sí? Menudo lío. Al menos entendió exactamente qué era eso de ser un muerto de hambre.

1 comentario:

Yurinka dijo...

Genial otra vez. Muy bueno!