miércoles, enero 25, 2012

Sonría, por favor (Los milagros existen)





En el principio fue el alma. Una esencia intangible. Después el verbo se encargó de crear con símbolos las criaturas y objetos. Seamos creyentes o no, parece que todo procede de una explosión, de un resplandor de bondad, de una expansión de luz y amor. Agnósticos y descreídos han de toparse cada día con testimonios científicos de peso suficiente para llevarnos a creer que alma y cuerpo interaccionan hasta puntos insospechados.
Lo ha explicado recientemente el cardiólogo Josep María Carals, quien habla de la memoria de los órganos, de cómo sujetos transplantados de corazón comienzan a tener vivencias y querencias típicas del donante. Uno se volvió loco por el pollo Kentucky y por vestir colores chillones. Tiene una explicación: las células envían al cerebro las memorias almacenadas mediante ondas electromagnéticas. 
Somos lo que sentimos, lo que anhelamos, lo que vivimos. Incluso somos según caminamos o gesticulamos. Todo, absolutamente todo, influye en el binomio mente-cuerpo. El médico especialista en cirugía general y en funcionamiento del aparato digestivo, Mario Alonso Puig, explica que la ira dispara los niveles de cortisol en el organismo humano. Las vísceras también padecen nuestra ansiedad, nuestros miedos; son trolls que hemos de combatir sin contemplaciones. Mantengamos bajo las cuerdas a la furia y los rencores. Sobre todo, si estamos luchando contra una enfermedad.

Los traumas impregnan nuestra vida y también alteran físicamente el cerebro. Le dejan una muesca. El dolor nos esculpe por dentro. Pero tenemos una buena noticia. La relajación, la práctica continuada de la meditación produce un incremento del grosor en la corteza prefrontal izquierda, que es la que nos aporta alegría, serenidad, entusiasmo, según explica el doctor Alonso.


A la mayoría de nosotros nos resulta casi imposible vivir sin ese papel pautado que nos impuso la sociedad en su día, unos esquemas en los que nos sentimos cómodos, como un boxeador en su ring. Quizá tengamos un ojo morado, las costillas fracturadas, pero nos da terror saber qué encontraremos si bajamos al tendido. Los riesgos de quedarnos en el cuadrilátero son evidentes. Limitamos nuestra vida. Elegimos la pobreza.

Al igual sucede con el empleo del vocabulario. Cuántos matices de la vida nos
perdemos por abandonar a las palabras en el limbo de lo simbólico. La teoría cuántica expone que “cualquier suceso, por irreal que parezca, posee una probabilidad de que acontezca”. La teoría de la relatividad convierte el pasado en maleable. No digamos el futuro. ¿De verdad se piensa quedar en el cuadrilátero esperando que el esbirro de los temores le deje K.O.? España es un país triste y dramático. Adora a las vírgenes con puñales, y se recrea en el fango. Es un cuerpo herido, incluso herido de muerte. Si continuamos la metáfora, nosotros, usted y yo, somos esas células; pero, por suerte, somos algo más que eso. Así es que, por el bien de todos, sonría, por favor. Abra su pecho, camine erguido, mire al frente porque la ciencia nos dice que no hay imposibles. Porque la ciencia nos asegura, con datos, que los milagros existen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"La sonrisa es lo último que se pierde".