domingo, febrero 19, 2012

Adiós, Whitney



 

Con tan sólo 48 años Whitney había vivido tanto que se agotó a sí misma. Y se fue. Sin hacer ruido. Sola, en una habitación de hotel en el suntuoso, verde y solitario Beverly Hills. En aquel lugar hay un silencio roto por aspersores y un aroma a hierba mojada saludable, hermoso, brillante. ¿Cómo es posible tanto drama en el paraíso? Pues es posible: adicciones, suicidios, muertes inoportunas son el pan de cada día ¿Cómo es posible que una criatura con el talento, la belleza de Houston se haya marchado así? ¿Aislada del mundo, impotente, consumida por el veneno de la droga?. No sólo es posible; es más habitual de lo que parece. Aquí nos llegan los ecos de las grandes leyendas; pero hay otras leyendas en Los Ángeles que han terminado igual: abogados, economistas, directivos.
Que te conviertan en leyenda es el camino más corto para una muerte temprana. Vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver, decía James Dean. Aunque quizá esto también forma parte de la leyenda. A los que hemos crecido con la voz de Whitney --en mi caso, casi coetánea-- nos parecía mentira verla tan devastada en aquellas instantáneas. Mi retina me devolvía siempre a la fresca chica de portada, a esa niña con camiseta blanca del I wanna dance with somebody, un disco que sabía de memoria, que me acompañaba cuando hacía footing, y que siguió conmigo muchos años después. Otras veces, su voz iluminaba las mañanas en las que hacía radio en aquellas emisoras cutres que todavía guardaban vinilos polvorientos. Recuerdo el disco estupendo que hizo con Annie Lennox en uno de esos periodos buenos post-Bobby Brown. La estrella volvía a brillar con Step by step, e hizo un horror de película en la que aparecía guapísima junto a Denzel Whasington: La mujer de predicador. Hubo muchos éxitos después, pero la adicción ya era su forma de vida. Su reaparición y triunfo en 2009 fue un respiro para todos, aunque poco duró. Se empeñaron en que volviese la chica de la camiseta, la preciosa estrella de El guardaespaldas – pésimo film—. Inútil: ella se había marchado en el viaje sin retorno del crack y la coca. Pero, sobre todo, en ese viaje hacia la oscuridad que emprendió con su marido. La peor de todas sus adicciones. La gira de I look to you en 2010 no funcionó, y a dos días de su próxima actuación, en una gala previa a la ceremonia de los Grammys, celebrados hace una semana, Whitney se ha apagado. Cansada de sí misma, tal vez. Frustrada ante el reto imposible de volver a ser joven y fresca, de resucitar a esa chica sonriente de camiseta blanca.

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