sábado, junio 02, 2012

Modernos en el Rendibú

Con la camiseta del Rendibú

Con la camiseta del Rendibú en mi clase de baile

 Soy moderna porque me niego a seguir las modas. Cuando mis amigas escuchaban a los Hombres G, yo, a Frank Sinatra. Lo mismo bailo “Moves like Jagger de los Maroon Five que “Cheek to cheek”. Vestir moderno hoy día es la combinación de vaquero y camiseta negra con algún mensaje original. En los 70, lo más eran los pantalones de campana y zuecos con suela de corcho.  Ser moderno es ser siempre uno mismo, le pese a quien le pese. No hay nada más vanguardista que eso. Así, conozco a gente muy avanzada de setentaytanos y legiones que imitan la supuesta modernez sin sustento alguno. Moderno es leer a Cernuda y Rilke pero también a María Dueñas ¿Por qué no? Es tener la valentía de vestir con flecos o con chanclas, o saberte de memoria el musical West side Story aunque seas de la generación goonie.  Moderno es evitar a toda costa los prejuicios porque eso es lo que nos cierra la mente y el corazón. Me canso de esta vida superpoblada de gente arcaica. Me aburre esta sociedad encorbatada, gris, previsible, sinsustancia. Los disfraces no engañan. Cuánto discurso pretencioso y pedantorro. No bostezo porque gasto caracteres.  La palabra prejuzgar es antigua, procede del latín, praejudicium (juzgado de antemano). En español significa cerrazón y parcialidad. Pues eso: el prejuicio y la modernez se disocian como el aceite y el agua.  Me encantó estar en la fiesta del Rendibú –una fiesta moderna con modernos de todos los tipos,  reales y postizos—  porque me encontré con amigas muy queridas. Tania Costa me dio dos buenos consejos – tú sabes, mami—  me fui de viaje a Miami con el arquitecto Manuel Clavel –muy guapo, con su clásica camisa blanca—. Mi querida Elena Fuentes estaba feliz como una niña comiendo en el suelo. Yo lo del suelo, lo dejo para actividades que no engordan y hasta aquí puedo leer.   El grupo modernillo que tocaba (ni me preguntéis el nombre, fuera de los 300 standards de jazz que conozco nada me turba)  me gustó. El diseñador Elwin Gorman y yo saltamos al ritmo de la música; Nos separan 20 años pero un mismo gusto por las cosas bien hechas. La cerveza estaba fría, los corrillos animados, todo el mundo encantador y, lo mejor,  había modernos auténticos: Es decir, la gente iba como le venía en gana. Elegantes, clásicos, sobrios, casuales, con camiseta negra incluso, pero naturales. Si es lo que yo digo, no hay nada como fluir sin cortapisas y contaminarse de lo bueno que nos encontremos por el mundo como predicaba el escritor mexicano, Carlos Fuentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aaaaamén, Lola.
No hay nada como tener personalidad propia. Los que la tienen, suelen ser más interesantes en todos los sentidos.
Y en lo que hay que fijarse de cualquiera es: en el fondo de los ojos, allí donde se deja ver su alma que es lo que merece la pena. (bueeeeno, vale.. luego te fijas en lo que te de la gana también)

Que la suerte te acompañe, guapa!

Montse Martí