jueves, septiembre 27, 2012

El poder del culo




Un buen pandero es capaz de mover montañas. Es la llamada de la selva. Es el origen del mundo. Sofía Vergara, más lista que el hambre, enseña el tanga en twitter. Nadie olvidará su nombre en la entrega de los últimos premios Emmy. Viggo Mortensen cae al suelo, desnudo, en una sobrecogedora escena violenta de “Promesas del Este” y  yo, ¡Ay, bendito! No puedo quitar los ojos de esas nalgas de acero, perfectas, níveas, como moldeadas por un Dios.


La culografía humana es variopinta. No hay dos culos iguales. Incluso uno mismo, en función del estado de ánimo –apagado, alerta, a la búsqueda, acomodado – se mimetiza con un trasero diferente.  Lejos de querer ocasionar un altercado público, les sugiero que aprovechen un día de paseo, uno de esos días en los que  no van con demasiada prisa, y estudien las asentaderas de los viandantes.

Personalmente, desconfío de los  huidizos. Mala señal. Poco ejercicio, dejadez y, quizá, igual que huye el culo, huye su poseedor cuando surge un problema. No olvidemos que sobre la nalga hay un tronco, sobre este unos hombros y sobre ellos la noble y testaruda cabeza. O alocada, fulera, débil, venerable, obtusa cabeza.

Hay culos jamoneros, huertanos, urbanos, lozanos, caribeños, bohemios, burgueses, serranos, generosos, tacaños, peludos, respingones, sofaleros; culos como melocotones y culos como balcones. Algunos con esa redondez lunar, con la perfección del círculo; otros, labrados al gusto apolíneo. ¿Qué me dicen de aquellos marmóreos del Clasicismo y del Renacimiento? Nunca la piedra habló tan alto y tan claro. Estoy convencida de que el síndrome de Stendhal no lo ocasionó la Santa Croce, sino un bello trasero florentino de carne y hueso.

Si los grandes artistas se han rendido ante su magnificencia por algo será. Todos los maestros dedicaron el tiempo preciso para mostrar rubicundos, oliváceos, perfectos, descarnados, sensuales traseros. Desde Rubens a Velázquez. Desde Picasso a Van Harleen. Una profesora de arte neoyorquina sostiene que la sonrisa de la Gioconda no es otra cosa que un culo. Gire la imagen noventa grados et voilà!

Las nalgas son el foco del pecado, el tam-tam, el redoble de tambor. Pulsiones desatadas a cada compás. El culo es Marilyn en Niágara, es Brando en La ley del silencio, es el Bond de las chicas Bond. Es incluso el espíritu audaz y aventurero de 007. Ya lo dijo Dalí: “A partir del culo, los mayores misterios se hacen comprensibles”

Tal y como está el patio, querido lector, para qué le voy aburrir con independentismos, bancos centrales europeos, titulares del New York Times o pactos fiscales. Con la que está cayendo, lo mejor es refugiarse en la belleza castiza, rotunda, visceral de un buen culo. Y que llegue la fin del mundo.

(La imagen es de Robert Mapplethorpe)

1 comentario:

Amuleto dijo...

Cuanta razon... Se mueve el mundo con esa parte del cuerpo..