domingo, noviembre 02, 2014

Espermatozoides suicidas


Cartel de Murcia Gastronómica de este año que me inspiró este artículo









Pobres espermatozoides. Qué incierto destino, qué dura misión. Un espermatozoide le dice al otro: Tengo miedo. Dicen que a veces te golpeas la cabeza con un plástico duro.
- Ya sabes lo que prometiste: fecundarás un óvulo o morirás en el intento—le contesta el compañero. (Todo lo que quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar)

Así las cosas, también nos podemos preguntar dónde van los espermatozoides no fecundados, los que se quedan en el fondo de un condón, los que tropiezan con una bomba de estrógenos, o con un cuerpo extraño alojado en la cavidad del útero. Se podrían escribir todas las historias imaginables.

Los espermatozoides lo han tenido muy crudo desde que el mundo es mundo. Todas las civilizaciones han evitado la concepción. Si esos bichitos blancos seres humanos en potencia— lo han tenido complicado, mucho peor nosotras. Porque es en nuestro cuerpo donde se han inflingido innumerables artificios para evitar la preñez.

El Papiro de Petri (1850 a.de C.), primer texto médico del que se tiene noticia, aconsejaba el excremento de cocodrilo mezclado con una pasta, a modo de tampón en el útero de la mujer para prevenir los embarazos. Ahí "dentro" también han metido emplastos de hilaza con miel (Papiro de Ebers) y una mezcla de aceite de cedro, con ungüento de plomo, incienso y aceite de oliva. Un potaje de lo más nutritivo. Lo más osado era la receta propuesta por el libro chino Sun Ssu Mo, que consistía en freir aceite y mercurio, introducir ese líquido en una baya vacía del tamaño de una bola de ping-pong y que la mujer se lo tragase. Garantizaban la esterilidad ad aeternum, si es que ella no moría envenenada, claro.

Muchos de los espermicidas también se nos colocaban a nosotras. En 1850 a.C  ya los egipcios utilizaban unos supositorios vaginales que podían ser abortivos. Con el transcurrir del tiempo estos inventos se elaboraban con carbonato sódico, vinagre, soluciones jabonosas,  quinina (1885) hasta llegar a los más recientes fabricados con acetato de fenilmercurio o los actuales surfactantes.

También el Dispositivo Intrauterino (DIU) tiene un precursor remoto. Hipócrates en el siglo IV a.C), descubrió el efecto anticonceptivo de colocar un cuerpo extraño en el interior de algunos animales. Aunque tuvo que ser Richard Richter quien inició la anticoncepción intrauterina en 1928.

La historia nos demuestra que el hombre ha estado más preocupado por salvaguardarse de las enfermedades venéreas que de preñar al personal. O te sometías a estas arriesgadas mezclas vaginales o una noche loca podía tener consecuencias de por vida. Porque no os engañéis, los preservativos, originalmente fabricados con lino (Egipto) y tripas de animal, tenían como única finalidad proteger al macho de las enfermedades venéreas, en caso de juergas, o trasnochar en casas de mala nota. Esto sucedía, alrededor de 1900 cuando la farmacia londinense Bell & Croyden (1798) comercializó los primeros condones.

Contrariamente a lo que podamos imaginar,  las religiones, excepto la católica, no ven con malos ojos la planificación familiar. El Corán (e incluso en el Génesis) prescribe la rudimentaria marcha atrás y La Torá (Judaísmo) receta el moch (otro tampón introducido en nuestras sufridas vulvas).
Hermanas, qué vida la nuestra, qué cantidad de sacrificios para disfrutar un poco. Esto es como lo de un minuto en la boca y toda la vida en las caderas. Que la paternidad y la maternidad son muy hermosas pero, ojo, con responsabilidad.


La contracepción daría para muchos capítulos pero sólo me puedo solidarizar con los espermatozoides (no con los hombres) sólo su destino y su sufrir es más sacrificado que el nuestro. 



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