jueves, junio 29, 2017

Ciberataques y exhumaciones

La luna de Wesak nos ha traído un ciberataque de proporciones gigantescas que ha afectado a 99 países.
En estas coordenadas de espacio y tiempo en las que ustedes y yo nos encontramos inmersos esto es lo que toca: ciberataques, atascos de tráfico, recibos a mano armada y exhumaciones. Sí, lo saben. Lo sabemos. Volvemos al Valle de los Caídos, como si en una guerra sólo hubiesen caído de un lado y no de todos.

Esta luna de Wesak también me ha regalado dos conceptos: uno, el estado de flow y, dos, el de triada oscura. El segundo da mucho miedo. El primero es ese punto exacto, esa línea concreta de las coordenadas espacio-tiempo donde parece que el tiempo se detiene. O vuela. Preciosos momentos de lucidez creativa o de amantes en habitaciones blancas.
Echo de menos ambas situaciones. Uno se siente más dios y menos hombre. Quizá por obra y gracia de la física cuántica, allá, en las Pléyades, los amantes pueden permanecer felices y satisfechos en habitaciones blancas, haciendo el amor ad libitum mientras el creador, por su parte, prosigue su obra y escribe infinitos cuentos subyugantes.




Lo de la triada oscura y las exhumaciones tiene un punto de conexión. En España quieren desenterrar a Franco y en el cementerio de Holy Cross en Filadelfia, desenterraron hace un mes a un tal H.H. Holmes, por petición de sus herederos. Este es uno de los asesinos más inteligentes y fríos de la historia de la humanidad. Holmes, acusado de 27 muertes oficiales, 200 extraoficiales y 55 intentos de asesinato—casi con toda seguridad— no es el tipo que se corrompía bajo la lápida del Holy Cross. Así de listo era. El interfecto creó un macabro hotel en Englewood, Illinois, con laberintos sin salida, habitaciones clausuradas, puertas trampa y un sótano para disponer de los cuerpos sin vida. Este despreciable ser despedía a los obreros conforme iba terminando su terrorífica edificación. Hitler, por cierto, también planificó los campos de exterminio con similar delectación y delirio.

Estos tres individuos: Holmes, Hitler y Franco, compartían una característica común —aparte del bigote— de la denominada triada oscura: el narcisismo (megalomanía y falta absoluta de empatía).
La caracterización de la triada oscura se completa con dos rasgos más: la psicopatía que hace a los individuos anti sociales e insensibles (ni el olor a carne quemada de los campos inmutaba el mostacho de herr fürher) y el maquiavelismo; o sea, explotar a los otros en provecho propio.
Los dictadores encuentran su particular estado de flow y superan en inteligencia a Holmes porque convencen a miles de personas para que secunden sus descabelladas iniciativas. De acuerdo que el estado de flow no es el estado de guerra y que en la guerra siempre se cometen tropelías. De acuerdo que es imposible hacer rewind pero sí que podemos poner tiritas en nuestro brote particular de oscuridad.
Y deberíamos hacerlo con vencedores y vencidos.
Sería bonito jugar a la física cuántica para subsanar los errores, aunque sea en las Pléyades, y que la línea espacio-tiempo fuese un infinito de creación, amor, placer y juegos. Y que los odiosos dictadores y asesinos en serie con mostacho se lo afeitasen. Y que a Hitler lo admitiesen en aquella escuela de pintura y que Franco se hubiera dedicado a criar vacas en su Galicia natal. Y que Holmes, que se llamaba originalmente Herman Webster Mudgett, se hubiese encerrado por error en unas de aquellas macabras habitaciones clausuradas.
Si la oscuridad nos enseña algo es que también existe la luz y la esperanza, a pesar de los hackers y de los dictadores.

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