lunes, marzo 19, 2018

Gritarte es un placer



El cuerpo exclama lo que lleva por dentro. Suspiros, risas nerviosas y ese grito. La explosión que se sucede durante y tras las fases de excitación y meseta. Esa explosión se denomina orgasmo, como probablemente sepan. Si en el transcurso de tan delicioso viaje se pierden, recuerden las siglas de Masters and Johnson: EMOR, o sea, Excitación, Meseta, Orgasmo y Resolución. Es como la palabra AMOR pero con “E”.


En la mayoría de ocasiones el aparato fonador ni se lo espera. Tú tampoco. Y cientos de rimas, cuentos y leyendas giran alrededor de ese instante, de ese calambre. Y uno se libera. Quizá no haya nada más auténtico y real que el grito surgido de las entrañas cuando llegamos al clímax. Aunque también hay soberbios fingidores.


¿Por qué gritamos al hacer el amor? Y me refiero a nosotras porque lo de ellos es casi un gruñido, la onda sonora del esfuerzo, el romper de la ola, un placer rizado que vibra en la boca. El volcán liberado tras la insoportable excitación. La dulce rendición y la segregación inmediata de prolactina, esa hormona que acompaña a nuestros dulces hombres en el periodo de resolución y los pone a roncar inmediatamente después.

Cuando el sexo es apasionado, intenso, lujurioso nos gusta más. A más deseo, más jadeos. Este binomio no falla y si la pareja te acompaña se sumará a tu canto erótico. Efectivamente, determinadas mujeres gritan y jadean para excitar al compañero. Es algo totalmente involuntario pero seguro que recuerdan algún momento glorioso con esa banda sonora de “Y yo más”. De esos duetos nadie da cuenta: existen en nuestra memoria, con suerte en nuestro presente y en el pabellón auditivo de alguien ajeno a tal festín (también casi siempre de un modo involuntario)


También las hay menos románticas que —conocedoras del subidón que provocan sus gemidos—se ajetrean y exclaman hasta con cierto escándalo para que ellos acaben de una puñetera vez. Ojo, también puede ser no premeditado, al menos conscientemente. Porque en la vida hay de todo: días de amor inmenso y días a las que una no le apetece picar más piedra. Porque hacer el amor con alguien que no te pone es exactamente eso. Un esfuerzo que te quieres quitar de encima cuanto antes. A veces, incluso de manera subconsciente “cómo voy a tratar yo mal a mi bizcochito, de eso ni hablar”. Pero lo tratas. Porque te aburre. Así que, cuatro alaridos, cariño, y estarás roncando en 3, 2, 1 ¡Ya!

¿Pero por qué en verdad gritamos las mujeres? Por genética. Un residuo de cuando éramos, digamos, menos evolucionados. Las noches de copulación eran exactamente eso, noches enteras dedicadas al noble arte de la inseminación fértil. El grito de la hembra era un llamado a los otros machos de la manada para que acudieran a inseminarla. Las mujeres de la prehistoria mantenían relaciones con cinco o más amantes en la misma noche. Así ha sido el 95% del tiempo de vida de la mujer sobre la faz de la tierra ¿Todo les cuadra ahora verdad, amigas? A nosotras nos cuesta arrancar, pero luego no podemos parar. O nos fastidia.Y a ahí los tienes a ellos, en otra galaxia a los cinco minutos de eyacular.

La madre naturaleza llama a la reproducción de la especie y en nuestro ADN eso es imborrable por eso ellos duermen tras la cópula y la mayoría de nosotras se desvela. Por eso algunos son silenciosos y la mayoría de nosotras, cuando nos sentimos en libertad, gritamos. Así complacemos a nuestro macho, sí, pero también llamamos a todos los demás.

1 comentario:

Beauséant dijo...

ah, que las mujeres gritan al hacer el amor.... nunca me ha pasado semejante cosa que usted comenta

:)